viernes, 30 de abril de 2010
Bryan falleció por balas, no por granada: madre
¿QUIÉN FUE? La versión de Sedena es que los menores murieron por esquirlas de granadas calibre 40 y ajenas a soldados (Foto: Archivo ELUNIVERSAL )
Redacción
El Universal
CIUDAD DE MÉXICO Viernes 30 de abril de 2010
Cynthia Salazar, madre de los niños Bryan y Martín Almanza, quienes murieron en un hecho violento en Tamaulipas, aseguró que sus hijos no murieron por granadas: "Bryan falleció por impacto de balas, no por granada, no es como lo dicen", refirió.
"Yo estoy 100% segura de que fueron militares quienes agredieron a mi familia", afirmó en entrevista con Radio Fórmula, luego de que el procurador general de justicia militar, José Luis Chávez García, reveló que según el peritaje castrense los menores murieron por esquirlas de granadas, que no pertenecen a las utilizadas por el Ejército.
La señora Salazar insistió, por su parte, en que "Bryan falleció por impacto de balas, (...) se me murió en mi brazos cuando me bajé de la troca", aunque admitió que sí hubo fuego de granada, pues "mi niña trae esquirlas en su carita".
Después de este testimonio, el abogado de la familia Raymundo Ramos, dijo que asistirán a instancias internacionales de ser necesario e invitó al presidente Felipe Calderón a asisitir a Tamaulipas, como lo hizo en ciudad juárez, luego de la matanza en Villas de Salvácar.
Esta mañana, El Ejército dio su informe sobre la muerte de estos menores.
cg
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sábado, 24 de abril de 2010
Vocero del Vaticano: Llegò la hora de la verdad
24 de Abril de 2010
CIUDAD DEL VATICANO (AP) - El vocero del Vaticano, sacerdote Federico Lombardi, afirmó el sábado que la Iglesia católica es capaz de restañar las heridas causadas por el escándalo de abusos sexuales por parte de religiosos, pero que ha llegado la hora de "la verdad, la transparencia y la credibilidad".
El Vaticano se está movilizando para desprenderse de los obispos empañados por el escándalo, ya sea los directamente responsables de abuso de menores o de quienes buscaron encubrir a los sacerdotes abusivos.
Lombardi, director de la oficina de prensa de la Santa Sede, dijo que una reciente reunión en Malta entre el papa Benedicto XVI y víctimas de abusos dio a éstos nuevas esperanzas. Agregó que la reunión se efectuó en el contexto de una Iglesia viviente y dinámica "capaz de reconocer sus heridas con sinceridad pero también de obtener la gracia de la sanación".
"Necesitamos este mensaje", dijo Lombardi a la Radio Vaticana.
Varios obispos renunciaron recientemente en medio del escándalo, un hecho que parece ser parte de la nueva estrategia del Vaticano.
En los últimos días, el pontífice aceptó la renuncia de un obispo irlandés que admitió no haber denunciado abusos a la policía, mientras que también renunció el decano de los obispos belgas, después de manifestar su pesar por haber abusado sexualmente de un niño cuando era sacerdote y después de ordenarse obispo en 1984.
Otros dos obispos irlandeses ofrecieron renunciar y se cree que el Papa accederá. También hay pedidos de que renuncie el máximo dignatario de la Iglesia irlandesa, cardenal Sean Brady, debido a la forma en que manejó el caso de un violador de menores.
"La situación por la que atravesamos es extremadamente exigente y requiere que seamos absolutamente francos y fidedignos", afirmó Lombardi.
El portavoz vaticano, que habló en una reunión organizada por la Conferencia de Obispos Italianos, también reclamó "rigor y el rechazo de toda hipocresía", según versiones de la prensa.
Cientos de personas han reportado casos de abusos atribuidos a sacerdote en escuelas, orfanatos y otras instituciones administradas por la Iglesia. Las víctimas dicen que los obispos y otros dignatarios encubrieron los delitos, prefiriendo proteger a la Iglesia que a los niños.
El escándalo se ha extendido por toda Europa, incluso la Alemania natal del pontífice.
Esta semana el Vaticano dijo que haría todo lo posible por llevar ante la justicia a los sacerdotes abusivos y poner en práctica "medidas efectivas" para proteger a los niños.
jueves, 22 de abril de 2010
Sentencian en Querétaro a mujer por posesión de peyote
jueves 22 de abril, 11:00 AM
Querétaro, 22 Abr. (Notimex).- El juzgado cuarto de distrito en el estado sentenció a 4 años de prisión y 50 días de salario mínimo de multa a Dora Alicia Varela Martínez, quien fue detenida en posesión de 20 plantas de peyote y un frasco de vidrio con el mismo alucinógeno.
En un comunicado, la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) informó de la sentencia en la causa penal 119/2009 en contra de Varela Martínez, por el delito contra la salud en la modalidad de posesión de narcóticos.
Dora Alicia fue detenida por elementos de la Agencia Federal de Investigación en las inmediaciones de un restaurante, en la Autopista México-Querétaro, a la altura del kilómetro 180, municipio de San Juan del Río.
En el lugar localizaron a la sentenciada en posesión de 20 plantas de peyote, así como un frasco de vidrio conteniendo en su interior el alucinógeno en mención, por lo que la mujer fue internada en el Centro de Readaptación Social (Cereso) Femenil de San José el Alto.
martes, 20 de abril de 2010
Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo
El teólogo Hans Küng juzga el pontificado de Benedicto XVI como el de las oportunidades perdidas. En el quinto aniversario de su llegada al Vaticano, pide al clero que reaccione ante la crisis de la Iglesia, agudizada por los abusos a menores
Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.
Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.
Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:
- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.
Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:
- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.
- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.
- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.
- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.
El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.
Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.
Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.
Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.
Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.
1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!
2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.
3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.
4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.
5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:
6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.
La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.
Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.
Traducción: Jesús Alborés Rey
Hans Küng es catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de Global Ethic.
martes, 13 de abril de 2010
Ciudad Juárez: Viaje al fin del neoliberalismo
Ciudad Juárez: Viaje al fin del neoliberalismo México, 29/03/2010 |
Gennaro Carotenuto y Chiara Calzolaio |
El sueño de la industrialización neoliberal se transformó en pesadilla. En los últimos dos años la guerra entre narcos, en la que está involucrado el ejército, ya causó 4.600 muertos y 100 mil refugiados. La mayoría de los autos particulares no tienen placas, pero sí vidrios polarizados, contribuyendo a acrecentar la constante sensación de inseguridad. Por las calles circulan viejos autobuses estadounidenses que vinieron a terminar sus vidas en Juárez. Las caras de los pasajeros sintetizan los distintos pueblos indígenas de todo el país. Cualquier viaje se hace largo entre fraccionamientos habitacionales, grandes centros comerciales y enormes lotes baldíos que se encuentran también en zonas céntricas o semicéntricas. Para llegar a su trabajo los habitantes de estas zonas pierden horas. Seguramente muchos de ellos formaron parte de las importantes luchas comunitarias que tuvieron lugar años atrás para acceder a los servicios básicos. Luz, agua y poco más es lo que quedó del "sueño juarense". |
domingo, 4 de abril de 2010
"PECADOS DE MI PADRE"
Hijo del mas importante narco colombiano cuenta su vida.
Sebastián Marroquín reflexiona sobre lo que vivió al lado de su padre, Pablo Escobar Gaviria; "siento una profunda amargura de que México esté repitiendo casi literalmente esta historia", dice.
El hijo del narcotraficante colombiano decidió tomar un camino diferente al de su padre.
"El primer coche bomba de Colombia explotó en mi casa", recuerda Sebastián.
El 10 de diciembre se estrenó en Colombia el documental "Pecados de mi padre", dirigido por Nicolás Entel (a México llegará en 2010). Es la primera vez que, tras 15 años de exilio en Argentina, acepté romper mi silencio y contar mi vida junto a mi padre, Pablo Escobar, el más importante narcotraficante colombiano de los últimos tiempos.Son muchas las razones que tuve para salir ahora a la luz pública. Con mi largo silencio quise mostrar mi respeto absoluto a las víctimas de mi padre, a todo mi país. Aproveché este largo tiempo para poder encontrarme a mí mismo como persona, en busca de una propia identidad y sabiendo que nada crece bajo la sombra de un gran árbol como la de mi progenitor. Elegí y decidí, humildemente, reinventarme como ser humano y estudié dos carreras universitarias: soy arquitecto y diseñador industrial. Me preparé por años para la construcción de sueños, no para la destrucción.
Con dolor he aprendido a separar al padre del Pablo Escobar que recuerda la mayoría. Jamás podría renunciar al amor que como hijo le profeso, pues además lo recuerdo siendo un padre que me cantaba las canciones de Topo Gigio y me inventaba cuentos para dormirme, me enseñó a jugar al futbol, a montar en bicicleta, en moto y hasta en elefante.
Me enseñó a ser un hombre de palabra, decía que la palabra era un contrato. Lo acompañaba a los barrios marginales a donar decenas de canchas de futbol y polideportivos, vi cómo crecía su proyecto de construir 5,000 viviendas equipadas para regalarle a estas familias que vivían en el basurero municipal de Medellín y restaurar así la dignidad de las clases que nos negamos a reconocer aún hoy en la sociedad.
Fue además un gran maestro de lo que no debemos hacer y es así como lo recuerdo a diario frente al espejo, debatiéndome en un duelo permanente de sentimientos explosivos y contradictorios que estoy obligado a enfrentar, buscando encontrar un equilibrio y una paz que respete la dignidad de todos sin excepción.
No es fácil, aprendí que el odio mantiene a muchos atados al pasado, y perpetúa infinitamente el dolor generado por el victimario hasta enfermarnos de violencia.
Por ello busqué una reconciliación y un perdón público ante los hijos de las víctimas más prominentes de mi padre, Rodrigo Lara Bonilla y Luis Carlos Galán. Un ministro de Justicia que se atrevió a denunciar públicamente la infiltración del narcotráfico en la vida política de Colombia, y un líder reformista seguro ganador de las elecciones presidenciales de 1990.
Además de ellos pido aún hoy perdón a cada uno de los 44 millones de colombianos víctimas de la violencia generada por mi padre. Es una larga lista, que tristemente no excluye a nadie: policías, jueces, políticos, periodistas, narcotraficantes y cientos de inocentes transeúntes que ni siquiera osaron enfrentarlo, pero que estuvieron en el lugar y el momento incorrecto cuando explotaban sus bombas indiscriminadamente.
Como su familia, no nos fue ajena esa violencia ni logramos escapar de ella.
El primer coche bomba de la historia de Colombia explotó en mi hogar un 13 de enero de 1988 a las 05:13 horas. Allí nos encontrábamos con mi madre Victoria Eugenia, quien tenía 28 años, mi hermanita Manuela, con escasos meses de edad, todavía no tenía ni siquiera la posibilidad de declararse inocente por no saber hablar aún. Yo tenía 11 años.
Mi padre tenía para entonces un enorme poder económico y militar. Cuando vio la foto de la cuna donde dormía su hija durante la explosión que destruyó los vidrios de todas las viviendas de Medellín en un kilómetro a la redonda, enloqueció de violencia y respondió con ferocidad.
Una sola bomba contra su familia lo hizo ordenar la explosión de más de 200 bombas por todo el país hasta casi lograr la claudicación de todos los poderes del Estado frente al poder del narcotráfico. Estábamos todos ciegos y aturdidos en ese ambiente hostil.
Aprendí que la vida es un búmeran, que los actos violentos generan una violencia cada vez mayor y desenfrenada, llevándonos hacia una espiral inconmensurable de maldad que luego es imposible detener, salvo por nuestra propia e íntima voluntad. Así corren aún hoy en Colombia ríos de sangre que tiñen de odio, maldad, tristeza y desazón a la sociedad.
Solemos olvidar la historia, y por ello es que siempre se repite, pues insultamos así el precioso legado de las experiencias de la vida. Colombia ya era violenta antes del nacimiento de Pablo Emilio Escobar Gaviria.
La carta más difícil que escribí en mi vida fue para los hijos de aquellos líderes que prometían rescatar el país y que murieron junto a la esperanza de muchos. Allí les dije a sus hijos en la misiva enviada a principios de 2008 que "… Comprendo que nací en un ambiente fértil para la violencia, pero el legado de nacer en un ambiente tan hostil no podría ser otro distinto al de la búsqueda de la paz. No quiero repetir la historia". Recordé que "mi padre con su violencia obligó a muchas familias a exiliarse, principalmente a las suyas, ignorando que con ello se estaba también gestando subrepticiamente el exilio de sus seres más queridos".
Quiero tener un hijo, pero no le dejaré por ello un testamento de violencia.
Tengo el honor de estar casado con una mujer mexicana, que tiene un coraje que haría palidecer a cualquier guerrero, parafraseando a Gandhi. Ella me ha enseñado mucho sobre esas lindas y sabias tierras. Me ha acompañado en los más pétreos caminos. Es mi gran amor y así también lo es México para mí.
Adoro las rancheras y me atrae el tequila. Pero me entristece ver lo que estoy observando desde el lejano Buenos Aires, pues se parece mucho a la primera parte del documental "Pecados de mi padre".
Siento una profunda amargura de que México esté repitiendo casi literalmente esta historia, aquella de la que tanto me cuesta aún hoy hacerme cargo.
Siento que la película que hoy están viviendo mis compadres mexicanos, es la misma que yo viví en Colombia exactamente en 1984, a mis siete años de edad, cuando mi padre decidió por cuenta propia mandar a asesinar al entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla (Q.E.P.D.).
De ahí en más, mi país vivió una violencia sin precedentes. Ese día mi familia se desmembró para siempre, mi padre pasó luego toda su vida en la clandestinidad, el hogar por él construido no existió más. Por eso me decidí a participar en este documental y a romper el silencio sepulcral que mantuve 16 años después de su muerte, porque he vivido en carne propia el horror de una violencia sin par que no quiero para Colombia, para México ni para ninguna nación del planeta.
Fui testigo, al igual que mi país, de una guerra sin cuartel del narcotráfico contra el poder del Estado que no ganó nadie, pues sólo quedamos como mudos testigos los miles de huérfanos y viudas de todas las esferas de la sociedad. La violencia no discrimina.
Comprendí que aun en las más segregadas familias –como la nuestra– hay padres, hijos, hermanas, abuelos, etc. Ahí también hay sentimientos por encima de lo machos que pretendamos ser ante otros en la vida. Veo en mi esposa a diario el fiel reflejo del tesón del pueblo mexicano. Respeto la dignidad de cada persona y no distingo entre uniformes o nacionalidades, sólo veo a ciudadanos de la raza humana y a nadie más.
Sólo veo a hombres con su voluntad de sobrevivir en un ambiente donde las oportunidades son escasas y donde el hambre abunda, así como los deseos de brindarle la mínima dignidad a nuestros seres más queridos. Algunos están dispuestos a matar para no vivir en la indigencia, pero no puede haber excusa válida para generar violencia hacia nuestros hermanos a costa de nuestras necesidades o ambiciones personales.
En Medellín, mi ciudad natal, la presencia de la arquitectura y el urbanismo aplicado desde el Estado ha comenzado a aportar ejemplos de exportación de estas ideas para el mundo como una esperanza de paz para brindar dignidad, seguridad, cultura y oportunidades a los más marginados.
Creo en la arquitectura como una herramienta capaz de transformar la realidad a partir de hechos arquitectónicos concretos. Es definitivamente una herramienta eficaz para la paz. Por ello no me dedico a la política.
En nuestra vasta familia latinoamericana solemos heredar las virtudes y los pecados de nuestros padres, y es bajo esta excusa que vivimos por décadas enfrascados en unos círculos de violencia y venganzas generacionales que se repiten incesantemente. Yo no fui ajeno a esto, de hecho, al enterarme de la muerte de mi padre, a mis 16 años, caí en esos círculos y armado de ira e intenso dolor amenacé públicamente con matar a quienes habían dado muerte a mi padre.
Sin embargo, ahora agradezco a Dios que 10 minutos después me hizo reflexionar y transformar el odio para no perpetuar este aparente estilo de vida que –les aseguro– es más de sufrimientos y de persecuciones que de placer.
¿Un ejemplo? Un día la policía dispuso, sin saberlo, un control rutinario en alguna calle de la ciudad justo frente a la casa donde yo me escondía con mi padre. Ese control policial comenzó un domingo y duró siete días frente a nuestro escondite. Se nos terminaron los víveres y estábamos solos pero rodeados de millones de dólares. Aguantamos hambre mientras comprendí que el dinero del narcotráfico no servía para nada si no te podías comprar siquiera una libra de arroz con él.
La muerte de mi padre no afectó en absoluto el tráfico de drogas en el planeta, la violencia y las drogas ya estaban afincadas en Colombia y en el mundo antes de su nacimiento, y siguen lamentablemente estando aún hoy, hasta que elijamos perdonarnos unos a otros desde nuestras más íntimas fibras.
La guerra consume y derrocha inconmensurables recursos humanos y públicos.Distintos países y los enemigos de mi padre gastaron más de 3,000 millones de dólares para perseguirlo a él y su organización. Mi padre usó toda su fortuna para la guerra y para defender sus intereses, y lo que queda de ella está destruido por completo o en manos de las más diversas autoridades.
Miles de millones de dólares que podrían haber sido gastados para asegurar salud, educación y un futuro mejor y más digno para el pueblo colombiano.
La paz, en cambio, es gratis!, pues sólo se requiere de nuestra humana voluntad de hacerla.
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